1 de diciembre de 2025

Gran Paradiso (4061 m.)

 Lunes 10 y martes 11 de junio de 2024

Le llega el turno a la gran aventura de 2024. Volvíamos a los Alpes. Doce años habían pasado desde aquel viaje al Valle de Chamonix, en el que la meteo fue tan desfavorable que ni siquiera pudimos darle un tiento al Mont Blanc. Esta vez el destino era Italia y el Valle de Aosta y tres los objetivos: Gran Paradiso, Breithorn y Punta Giordani. Todo ello comprimido en cuatro días hábiles de montaña. Una auténtica locura, que por que no decirlo, se antojaba muy pretenciosa, como así fue, pues terminamos por suprimir la Punta Giordani de la agenda. Pero lo importante es que el objetivo principal de la escapada, que era ascender al Gran Paradiso, se cumplió (al 66,6 %), y de esa ascensión os voy a hablar en el extenso, y desglosado en seis capítulos, reportaje que viene a continuación.



1. EL VIAJE (ME DOMINA LA AUTOPISTA)

No sería justo empezar a contar los pormenores del viaje al Valle de Aosta sin darle el reconocimiento que merece a mi gran amigo David, que se encargó de la total planificación del viaje. El tío no solo se estudió al dedillo los itinerarios y entresijos de las tres ascensiones, sino que además llevaba metidas en el GPS del coche todas la rutas por carretera, incluso rutas alternativas previendo posibles imprevistos. También se encargó de reservar todos los refugios y alojamientos. Con una planificación así Fernando y yo solo nos tuvimos que preocupar de caminar y de proponer eslóganes en caso de que el amigo David quisiera montar en el futuro una agencia de rutas y viajes. Los más populares fueron Viajes Bonilla, terminan en sueño... o en pesadilla, y Bonilla rutas, para pasarlas putas... 

Salimos de Castellar del Vallés el domingo después de comer, ilusionados y nerviosos a la vez. Por delante kilómetros y kilómetros y horas y horas de interminables autopistas. Bastantes y tediosas retenciones, lluvia intensa por la noche y dos paradas, una para cenar, en una abarrotada área de servicio de autopista, donde comimos pura bazofia a precio de El Bulli, y otra para dormir, en una diminuta habitación de un hotel de Chambéry.

Por la mañana, tras desquitarnos de la cena en el buffet libre del desayuno del hotel, retomamos el viaje. Más autopistas, cruzamos, previo estacazo, el túnel del Mont Blanc, y un rato después, pasadas las diez y media de la mañana, llegábamos a Pont, punto de inicio de la ascensión al Gran Paradiso. Estábamos de nuevo en los magníficos Alpes!!!, y con tiempo de sobra para tomarnos con todas las tranquilidades del mundo la subida al Rifugio Vittorio Emanuele II...

Foto de equipo durante el viaje, en una de las múltiples retenciones que pillamos, sobre todo mientras cruzábamos Francia.

Si alguna vez tenéis problemas a la hora de organizar el maletero de vuestro coche, no lo dudéis, recurrid a David 😅.

De las primeras cosas que hicimos nada más entrar en el Valle d'Aosta fue parar a tomar un buen café. No pudimos elegir mejor sitio. Precioso Castello di Saint-Pierre, que parecía sacado de un cuento.

Así de contentos estábamos a nuestra llegada a Pont.

Última foto de vestidos de paisano antes de empezar la aventura.



2. MIS BOTAS

Cuando no llevábamos ni media hora de la ruta de subida al refugio, mis botas, unas Boreal que ya tenían doce años, decidieron empezar a desintegrarse, pero de forma literal... Tras seis meses preparándome, física, mental, y económicamente para este reto, el sueño de subir a mi primer 4000 se iba a la mierda en cuestión de segundos... En esos precisos instantes, en los que no sabía si reír o llorar, dos cosas positivas, la primera que mejor que hubiese pasado aquí y no por ejemplo a 3800 metros, lo cual si que hubiese supuesto un gravísimo problema, y la segunda, que mientras yo estaba en plan super negativo y no paraba de contaminar el puro y limpio aire del Valle de Aosta con mis improperios, David y Fernando se pusieron de inmediato a buscar una solución, pues mi inmediata decisión fue la de quedarme en un camping cercano mientras mis dos amigos continuaban con la aventura. Al final me convencieron de bajar al valle, buscar una tienda y comprar unas botas, pero había un problema, la tienda más cercana estaba a 40 minutos en coche, y en Italia, o al menos en esta zona, los establecimientos cierran para comer a las doce. No llegábamos. Lo cual suponía esperar hasta las cuatro que volvían a abrir, comprar las botas, volver a subir a Pont y hacer a contrarreloj la subida al  refugio, cosa que no me hacia ni pizca de gracia, pero no quedaba otra...

Y cuando ya estábamos montados en el coche para irnos a la tienda, un señor, al que mis amigos le habían contado el problema (yo no tenía humor para hablar con nadie), vino corriendo hacia nosotros con la solución. El hombre se había tomado la molestia de llamar por teléfono a un camping cercano, y preguntar si alquilaban material de montaña. Nos dijo que le habían dicho que sí, y nos sugirió que nos acercásemos. Grazie mille signore anonimo 🙏. En cinco minutos nos plantamos en el camping. Le comentamos el asunto al dueño, guía de montaña, y en un momento vino con dos pares de vetustas pero bien conservadas botas de alquiler. Al final me decanté por unas La Sportiva que me ajustaban bastante bien y que tenían toda la pinta de saberse de memoria la subida al Gran Paradiso. La aventura continuaba...

Preparativos de la ruta. Sí, todo lo que veis cupo en el maletero del coche de David.

En esta foto que me hizo David ya se aprecia como se me estaba desintegrando la bota de mi pie izquierdo. Un poco más adelante fue cuando empecé a notar algo raro en la pisada y me di cuenta de lo que estaba sucediendo.

Tras aceptar a regañadientes la propuesta de mis amigos regresamos al parking. Así llegaron mis botas. La suela de la bota derecha la llevaba en la mano. No he tirado las botas, las he convertido en dos maceteros, en los que tengo plantados sendos cactus.

Aquí una de mis flamantes botas de alquiler. Calzado italiano, garantía total. 30 euros bien invertidos.



3. VITTORIO EMANUELE II, POLENTA PARA TODOS... Y UNA INFLUENCER

Solucionado el problema pudimos acometer, ya sin ningún tipo de contratiempo, la subida a Vittorio Emanuele II, disfrutando de cada detalle del recorrido y del espectacular paisaje. A eso de las tres de la tarde llegamos al refugio. Por delante, y hasta la hora de la cena, cuatro horas para acomodarnos en nuestra camareta, relajarnos, bichear en la biblioteca del refugio, comer algo y sobre todo tomar unas cervezas en la privilegiada terraza del refu, donde se estaba de lujo al solecito. Allí pasamos la mayor parte del rato, charlando con unos y con otros. Una velada la mar de entretenida, que se encargó de animar un poco más una influencer sudafricana, que montó el numerito de bañarse, ole sus ovarios, en el semi-congelado lago cercano al refugio y acabó enseñando más chicha de la que tenía previsto enseñar, cosa que, teniendo un 85% de público masculino, levantó bastante expectación 😅.

Llegó la hora de la cena, o mejor dicho, la hora de la polenta, pues estaba, literal, hasta en la sopa y como guarnición del plato principal, que fue pollo para la mayoría, y unas rodajas de una especie de brazo de gitano para los que somos vegetarianos, cuyo único ingrediente que logré identificar fueron las espinacas. No recuerdo que sacaron de postre, pero no me extrañaría que llevase polenta 😅. No obstante, esta cena le dio mil patadas a la de la noche anterior en el área de servicio. 

Tras una pequeña sobremesa, y cuando el sol se escondió tras estas espectaculares montañas, nosotros hicimos lo propio en nuestra camareta, pues a las cuatro de la mañana había que ponerse en pie. Nos esperaba el gran día, y a los tres nos costó conciliar el sueño...

Ya con el problema de las botas felizmente solucionado reseteamos la ruta. El primer tramo de la ruta discurre por un cómodo camino paralelo a Il Savara, que es el torrente que discurre por este amplio y espectacular valle alpino.

El magnífico paisaje lucía un bonito verde en el fondo del valle y nieves primaverales en las alturas.

Además de alpinistas también vimos bastantes familias, disfrutando de este fantástico entorno.

Y en la otra vertiente del río, ajenos a todo, esta numerosa manada de stambeccos, pastando tan tranquilamente al sol.

Este primer tramo vino muy bien para ir poniendo a tono las piernas...

...y también para ir captando detalles del paisaje, ya fuesen cascadas...

...o afilados picos, como la Becca di Monciair, que en ese momento estaba en plena danza con las nubes.

Nos encontramos ya en la subida al refugio. Una serie de lazadas empedradas ayudaron a suavizar esta primera parte con desnivel más acusado.

Esta cascada se erigió protagonista en esta parte inicial de la subida al refugio.

En un abrir y cerrar de ojos ganamos bastante altura sobre el fondo del valle...

...y es que, y pese a no tener ningún tipo de prisa, hicimos la subida a un ritmo bastante alegre...

...tanto que fuimos alcanzando a otros grupos, todos con el mismo objetivo que nosotros.

Y es que a ver quien es el guapo al que no le espolea semejante paisaje.

Los representación del Vallès Occidental del equipo...

...y aquí la de la Plana Baixa.

Una última mirada al valle...

...antes de entrar en territorio de alta montaña...

...bien escenificado por la Becca de Monciair y el Denti del Broglio.

Y en breve tendríamos el primer contacto con la nieve...

...con esta corta pero inclinada rampa.

David, en la rampa...

...y Fer, solventando esta, la única, dificultad reseñable de la subida al refugio.

Ciarforon, Becca di Monciair, y Denti del Broglio, el trío de gigantes de los alrededores del refugio.

Y tras un par de horas de marcha al fin divisamos el Rifugio Vittorio Emanuele II...

...del cual solo nos separaba una suave ladera nevada.

David me pilló aquí ensimismado mirando y admirando...

...al Ciarforon...

...y a la Becca di Monciair y al Denti del Broglio.

Tras completar el registro en el refugio tocaba agenciarse una mesa en la terraza...

...en la que pasaríamos la mayor parte de la tarde, tomando alguna cerveza que otra.

Os enseño un poco el refu. Esta fue nuestra camareta.

Y este es un pequeño comedor en la parte trasera, en el que hay una pequeña biblioteca.

Cuando me sumerjo en un mapa no presto atención ni a las fotos 😅.

No es muy habitual ver al propietario de este blog haciendo tres posados seguidos, pero aquí había que hacer la excepción 😅.


Esta pal Tinder 😅.

Después de la cena, y antes de irnos a dormir, estuvimos un rato fuera del refugio, disfrutando de las siempre bonitas luces del atardecer. Estos picos son el Mer Pertchaz y la Punta Fourà.

Y estos dos preciosidades, junto con el pequeño Lago di Montcorvè, ya no necesitan presentación.

Buonanotte Alpi, ci vediamo domani.



4. LA SUBIDA Y EL ABANDONO DE FER

Tras auto-obligarnos a desayunar arrancamos sobre las 5:30, ya con la suficiente claridad para no tener que sacar las linternas frontales. Salimos con los crampones puestos pero aún sin encordarnos, cosa que hicimos al llegar a los 3400 metros, un poco antes de entrar en terreno glaciar. Esos primeros 700 metros de desnivel los salvamos básicamente remontando dos potentes palas que todavía permanecían a la sombra. Sin embargo, cuando salimos al sol nos vimos desprotegidos del vientecillo, que no es que soplara muy fuerte, pero si lo suficiente como probar en nuestras propias carnes como se las gasta el frío de altura en los Alpes y tener que colocarnos ropa de abrigo extra.

Cuando ya andábamos sobre los 3500 metros Fernando se empezó a encontrar mal, con mareos y náuseas, y no se veía con fuerzas para continuar. Lo más prudente para él era bajar al refugio y así lo hizo. A David y a mi nos sabía mal dejarlo bajar solo, pero Fer, que es un tío estupendo, insistió en que continuásemos, ya que el objetivo estaba muy cercano, así que la cordada, ahora de dos, Arrancacepas-Betxí, más mundialmente conocida como el Choriburger Team, continuó para arriba. La cima iba a ir dedicada a Fer.

Un poco más arriba David, que encabezaba la cordada, me comentó que aunque se encontraba bien no tenía su punch habitual, por lo tendríamos que ir más más despacio. Nada que reprochar, todo lo contrario. Con cero posibilidades de tormentas, una huella excelente en la nieve y un paisaje que parecía sacado de los más románticos relatos del alpinismo, nos daba lo mismo que la ascensión nos costara cuatro que seis horas, y nos importaba un comino llegar los últimos...

Eran un poco más de las cinco y media de la mañana y ya había casi total claridad. Dejamos atrás el refugio.

Para empezar una pendiente muy suave, para ir calentando las piernas e ir entrando en calor, ya que el sol, al discurrir la subida por cara oeste, tardaría en iluminarnos, que no calentarnos.

De momento solo tenían el privilegio de recibir los rayos solares las cumbres de la zona...

...como las del sector Monte Taou Blanc/l'Aouillie/Cima di Entrelor...

...las dos bellezas cercanas al refugio...

...Becca de Monciair...

...Ciarforon...

...la Punta Bianca y sus espectaculares agujas vecinas, que no he sabido identificar...

...o el Monte Rolettaz.

Becca de Monciair, maravillosa.

Hecho este repaso de cumbres iluminadas por el sol volvemos a la ruta, pues nos tocaba enfrentarnos a una primera pala bastante seria.

Aquí estamos Fer y yo, y un figurante anónimo, negociando la pala.

Y aquí el Bonilla, con un bello skyline tras él.

Algunas nubes enganchadas en ese sector. Sobresale esbelta la punta de Tsanteleina.

Superada la primera pala vino un rellano, donde nos tomamos un respiro antes de afrontar la siguiente.

En esta fuimos cada uno nuestro ritmo, e igual iba David en cabeza...

...que liderábamos Fer y yo.

Fer toma la delantera.

Y vuelve a ser protagonista David, pues en el skyline que tenía a sus espaldas apareció...

...el Monte Bianco, el rey de los Alpes, empequeñeciendo a todas las demás montañas. Nunca se nos olvidará este momento.

Otras montañas, no tan altas como el Monte Bianco, pero muy bellas, y también más cercanas, fueron apareciendo...

...como el Grand Nomenon y la Grivola.

Superada la segunda pala aprovechamos este rellano para encordarnos y afrontar ya en cordada la tercera pala.

Mientras nos encordábamos tuvimos una nueva perspectiva del Ciarforon y la Becca de Monciair, ta totalmente iluminados por el sol.

En este plano más general se hace más patente aún el dominio del Monte Bianco sobre las demás montañas.

En altura ninguna puede competir con el Mont Blanc, pero lo que es en belleza... Sino mirad esta bestialidad, es la Grande Casse.

Superada la tercera pala salimos al sol y entramos en terreno glaciar. Un poco más adelante fue donde Fernando se empezó a sentir mal.

Nos supo muy mal que no pudiese venir con nosotros a la cima. Antes de bajar hacia el refugio nos hizo esta foto a David y a mi.

Tras despedirnos de Fer continuamos, con rampas más suaves, por el glaciar.

Desviándonos un poco de la huella nos asomamos aquí...

...y descubrimos esto...

...la elegante pirámide Tresenta. Qué belleza.

Y es el paisaje de la ruta, resaltado por la luz de la mañana, se tornaba excelso.

Brutal. Empezaban a agotarse los adjetivos.

Otro rellano en el que hicimos un pequeño alto, sobre todo para flipar con este pedazo de serac...

...David ya había visto algunos en el Himalaya, pero yo, que solo los había visto en fotos, estaba alucinando de tener uno tan cerca.

Mamma mia, qué barbaridad!! 😍😍

Aquí me tenéis, flipando en colores con el paisaje, con el Mont Blanc al fondo.

Otra del Monte Bianco, pero sin cabezón de por medio 😅.

Tras disfrutar del soberbio entorno tocaba centrarse en la parte final del ascenso, que volvía a ponerse cuesta arriba a base de bien.

Pala final...

...y la cima a tiro.

Recuerdo perfectamente mis palabras a David después de hacerle esta foto: Ánimo David, que ya lo tenemos, a por el último arreón!!!



5. LA MADONNA

La madonna del Gran Paradiso está sobre un mogote rocoso, al cual se accedía mediante una pequeño pero expuesto paso horizontal. Desde hace unos años, y para descongestionar dicho paso, se colocaron, en la vertiente contraria, unas grapas a modo de ferrata, y se deben utilizar estas para subir y el citado paso horizontal para bajar. Como la cordada que venía detrás aún tardaría en llegar, David y yo nos permitimos el lujo de asegurar el paso de la ferrata con unas cintas exprés. Si con algo no contábamos cuando abandonamos el refugio unas horas antes era con tener la cima para nosotros dos solos, lo cual fue un absoluto privilegio. A modo personal, estaba contento, cosa lógica, pues había alcanzado mi primer 4000, pero tampoco eufórico. Las emociones afloraron un par de horas después, cuando estuve sentado en el refugio, y es que esta cima es muy estrecha, quizás la más expuesta en la que he estado nunca, y no me avergüenza decir que me intimidó un poco, sobre todo cuando vi el paso horizontal de bajada, así que le comenté a David, que ya que estábamos solos, y como la siguiente cordada aún estaba lejos, de montar un rápel y bajar por donde las grapas, poniendo un poco nuestro toque personal a la ascensión. Pensat i fet, el Bonilla y yo nos marcamos un rápel a 4000 metros de altitud...

Collado previo a la cima. Nosotros tomamos la huella de la izquierda.

Nos asomamos a la vertiente oriental, donde el panorama era igualmente espectacular.

No hay fotos ni de la delicada travesía en diagonal que da acceso a las grapas ni de la subida por ellas. Esta foto es ya de cima. Esta panorámica, con las nubes que crecían al este y se enganchaban a la montaña, me pareció sobrecogedora.

Vista, más amable, hacia la vertiente contraria.

Al estar solos en la cima no pudimos hacernos una foto los dos juntos con la madonna. Así que tuvimos que hacerlo individualmente. Primero, faltaría más, el gran David. Gracias por todo amigo, no lo hubiera conseguido sin ti.

Y aquí estoy yo, con un semblante en el que se mezclaban alegría y nervios, en mi primer 4000.

Entre que estuvimos poco rato en la cima (hacía bastante frío), los nervios, y el pequeño debate sobre si bajar de una manera o de otra, hicimos muy pocas fotos en la cima, de hecho las que habéis visto son prácticamente todas las que hicimos. Nuestras retinas retendrán por siempre esa breve estancia junto a la madonna del Gran Paradiso.

Si de la subida por las grapas no hubo testimonio fotográfico, si que lo hubo del rápel. Bajé yo primero y después David.

Regresando al collado...

...David me hizo la foto que llevo desde ese día como fondo de pantalla de mi móvil.



6. LA BAJADA QUE ME DESTROZÓ LOS PIES

Reunirnos con Fernando en Vittorio Emanuele II y bebernos una más que merecida Moretti y ventilarnos un plato de pasta era ahora el siguiente objetivo, así que nos propusimos aligerar el paso en la bajada, lo malo es que de 3500 metros para abajo la nieve había transformado de tal manera que nos íbamos hundiendo constantemente hasta las rodillas, cosa que terminó siendo un poco engorrosa, pero bueno, lo llevamos bastante bien. Lo malo vino de refugio para abajo, donde mis botas de alquiler, que tan gran servicio habían prestado durante la subida, empezaron a rozarme en la punta de los dedos, con el posterior resultado de que con el paso de los meses fui perdiendo varias uñas de los pies. Qué largos se me hicieron esos 700 metros verticales de bajada, pero como dijo una vez mi amigo y vecino Chema, principal culpable de mi pasión por la montaña: El que no vulga patir que es dedique a la petanca...

Non stop. De nuevo en Pont, nos montamos casi de inmediato en el coche. Ya tendríamos tiempo de celebrar el Gran Paradiso durante la cena en un hotel de Cervinia, que era a donde nos dirigíamos ahora. Una parada en el camping a devolver las botas y otra en Baroli Sport de Villeneuve, donde un eficiente y parlanchín vendedor me convenció de comprar unas flamantes La Sportiva, que estrenaría la mañana siguiente en la ascensión al Breithorn, la cual os contaré en diez días, mientras tanto, saluti a tutti...

Para aligerar la bajada decidimos no volver a encordarnos. El primer tramo del descenso lo hicimos bastante rápido.

Último vistazo a este impresionante serac.

Dos fotos que me hizo David, esta, en la que me pilló fotografiando el paisaje...

...y esta otra, descendiendo por una pala que ya se había convertido en un patatal.

Vittorio Emanuele II a la vista...

...allí nos estaba esperando Fer. Celebrando el reencuentro y la cima con unas Moretti y unos platos de pasta.

Tras una hora de relax en el refugio nos pusimos con la bajada hacia Pont, una bajada que se nos iba a terminar haciendo muy larga, sobre todo a David y a mi.

Las paradas fotográficas tenían la excusa de extra de aliviar mis doloridos dedos de los pies.

El fondo del valle y el aparcamiento a la vista. Es de esas veces en que no sabes si alegrarte por que ya ves el final o maldecir por que aún queda bajar todo eso 😅.

Las lazadas empedradas se internaban en el bosque, cosa que agradecimos pues habíamos estado muchas horas al sol.

Por el bosque vimos a este colega, caminando tan tranquilamente por la senda.

Camoscio, el equivalente italiano a nuestros isards/sarrios/rebecos.

Fin de ruta. A falta de la celebración en Cervinia cerrábamos capítulo, capitulazo, Gran Paradiso. Nada más montarnos en el coche daba comienzo el episodio Breithorn.





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