Sin apenas tiempo para digerir la fantástica ascensión al Gran Paradiso afrontábamos la empresa, esta más sencilla, de subir al Breithorn, considerado por muchos el 4000 más asequible de toda la cordillera alpina. Pues bien, y a pesar de esa sencillez, ocurrió lo del día anterior en el Gran Paradiso, que el objetivo se volvió a cumplir al 66,6%, siendo yo esta vez el que abandonó la cordada y no subió a la cima. A continuación la turra con el motivo de mi abandono y un puñado de fotos de la ruta.
Antes de empezar sería necesario situarnos. Nos hallábamos hospedados en un hotel de Breuil-Cervinia, a donde habíamos llegado la tarde/noche anterior, tras dos horas de coche, nada más acabar la ruta del Gran Paradiso. Es importante recalcar esto, pues llegamos muy cansados, y yo con los pies destrozados por las botas de alquiler, y siendo sincero creo que, con la idea de no hacer la Punta Giordani ya flotando en el ambiente, deberíamos haber dejado a un lado el plan establecido y habernos tomado este día de descanso activo por Cervinia y haber hecho la ascensión al Breithorn el jueves, que además se anunciaba más estable meteorológicamente hablando. Pero bueno, todo esto es hablar a toro pasado, y odio tener que utilizar esta expresión taurina...
Importante apuntar en que parte de la facilidad del ascenso al Breithorn reside en que una combinación de telecabinas te sube, al módico precio de 50 y pico euros, desde los 2000 metros de Cervinia hasta Testa Gigria, punto de inicio de la ascensión, a 3400 metros, en cuestión de media hora, cosa que a mi no me hacía ni pizca de gracia, primero por como nos pudiera afectar esa súbita ganancia de altitud, y segundo por que desde que me quedé colgado unos minutos en un telecabina en Andorra, que les he cogido miedo a esos cacharros... Pero el quid de la cuestión es que el último telecabina de regreso a Cervinia partía a las 16:00, y teniendo en cuenta eso creo que nos recreamos en demasía en la cama y en el desayuno, empezando la ruta, a mi parecer, a una hora demasiado tardía.
Cuando llegamos a Testa Gigria nos encontramos con un paisaje alpino en mi opinión excesivamente humanizado, por lo que no empecé a andar demasiado motivado, tampoco ayudó el trazado inicial del ascenso, en todo momento paralelo a una pista de esquí. Al menos, la fantástica aparición del soberbio Cervino/Matterhorn fue un estímulo, ya que los tres veíamos al fin, con nuestros propios ojos, la que para muchos es, y me incluyo yo también, la montaña más bella de los Alpes. Aún así, el cansancio de las dos jornadas anteriores se hizo patente de inmediato y el avance empezó a ser muy lento, extremadamente lento. Pero paso a paso le fuimos ganando metros a la montaña, dejando atrás por fin toda la parafernalia de hierros. Fue ahí cuando apareció en su totalidad la impoluta y blanca pala del Breithorn, con un inmenso plateau a sus pies. Fue una magnífica visión. Magnífica a la vez que efímera, pues en un abrir y cerrar de ojos entró una nube y lo cubrió todo, reduciendo bastante la visibilidad. Ahí fue cuando me comencé a rayar. Por mi mente, muy propensa a sobrepensar y a anticipar, empezaron a rondar y a mezclarse ideas tales como que la meteo empeorase; el llegar tarde al último telecabina; los propios telecabinas, que tanto pánico me dan; y unas cuantas paranoias más... Y aunque físicamente me encontraba bien, todo eso que os he comentado, unido a lo que me dolían los pies, hicieron que el coco no me funcionase como era debido, por lo que antes de afrontar la pala final decidí abandonar la cordada...
David me dijo que tampoco andaba fino, pero que iba a continuar para que al menos Fernando alcanzase los 4000 metros... Je!!, eso no se lo creía ni él 😅, lo conozco de sobra para saber que iba a sacrificarse para que Fernando subiese a la cima. Así que mientras yo tiré para abajo, mis dos amigos se internaron en la niebla y tiraron pala arriba. Tardaría en volver a verlos, pues mientras bajaba, iba echando constantes vistazos atrás, para ver su avance, pero al Breithorn se lo había comido definitivamente la niebla.
Regresé sin problemas a Testa Gigria, y he de confesar que la espera a mis amigos se me terminó haciendo angustiosa, sobre todo una vez que pasó el tiempo que más o menos calculaba que tardaría en verlos aparecer. Mis nervios aumentaron cuando empezó a nevar ligeramente y escuché pasar un helicóptero. Ya sinceramente el que llegaran antes de las cuatro me daba exactamente igual, solo deseaba verlos aparecer. No sabría deciros con exactitud cuanto tiempo duró esa angustiosa espera, pero respiré tranquilo cuando los logré identificar en la parte alta de las pistas de esquí. Aún tardarían en llegar, pero estaban bien y además con tiempo de sobra antes del cierre del telecabina. La cara de mis amigos era un poema cuando llegaron, evidentemente habían hecho cima, David había exprimido todas y cada una de sus ese día escasas fuerzas para que Fernando subiese su primer 4000. Y es que David es un gran amigo, más grande que cualquier montaña de los Alpes, por cosas como estas, o por como se portó conmigo unos meses después, cuando tuve el accidente bajando del Petit Peric, ya contaré esa historia cuando le llegue el turno... Me alegré muchísimo por los dos, y es que estaba yo más eufórico que ellos, tanto que les di tal abrazo que los acabé de rematar 😅...
Ya de nuevo en Cervinia y tras la ducha nos dimos un pequeño y merecido homenaje, primero con unas gigantescas pintas de cerveza de barril en uno de los pocos garitos que habían abiertos(las birras muy caras, pero nivelazo de tapa) y luego yéndonos a cenar a un restaurante, pizzas, por supuesto, que como con el café, no hay color señores, questa è l'Italia... Evidentemente el día siguiente no iba a haber Punta Giordani, la cual íbamos a cambiar por una ruta de domingueros, pero menuda ruta de domingueros, por los alrededores de Cervinia. Os lo cuento en diez días.
Antes, cuando os he dicho que durante la ascensión vimos por primera vez en nuestra vida el Cervino, era mentira. Desde la ventana de nuestra habitación teníamos vista directa con él. Menudo día amaneció en Breuil-Cervinia.
Cuando llegamos, telecabinas mediante, a Testa Gigria, la mañana seguía igual de esplendorosa. Nada más bajar del tercer telecabina nos encordamos y echamos a andar. Pasamos junto al pequeño Rifugio Guide del Cervino, construido en 1984...
...y que convive con todo el tinglado de remontes, telecabinas y demás... Y por supuesto con una espectacular vista del Cervino.
Pese a la humanización el skyline es divino. Todos los picos que se ven en la foto (Ober Gabelhorn, Zinalrothorn, Weisshorn, Dom y Täschhorn) sobrepasan los 4000 metros.
Zoom hacia el Dom y el Täschhorn.
Esta primera parte de la subida discurrió por el lateral de una pista de esquí. Cervino, y a su izquierda el Dent d'Hérens.
Avanzando por el lateral de la pista...
...y sin quitar ojo a estos seracs...
...y es que no hay que olvidar que pese a las pistas de esquí y tal, andábamos por terreno glacial.
Pero por mucho serac y glaciar que hubiese, aquí el protagonista era este. La bestia, y a la vez bella, de los Alpes.
Bárbaro. No hace falta que os diga que la foto ni por asomo logra transmitir toda su grandeza. Detrás, a la derecha, no le va a la zaga el Dent Blanche.
Cuando remontamos la parte más inclinada de la pista de esquí pudimos ver por primera vez nuestro objetivo, el Breithorn.
Y esta punta es el Klein Matterhorn. Dicen que es el punto civilizado más alto de Europa, que por cierto, en esos momentos estábamos en territorio suizo. Rascándote un poco más el bolsillo puedes subir hasta allí con telecabina y reducir la ascensión al Breithorn a 300 metros escasos de desnivel.
Tras ir esquivando, literal, los telesillas superiores, encontramos al fin la montaña pura, con el Breithorn y su plateau.
La cima del Breithorn está sobre unos espectaculares seracs.
El Breithornplateau tiene una extensión amplísima. Si lográis localizar a una de las cordadas que iban delante nuestra podréis calibrar. Aquí pille a David haciendo una foto...
...esta, que es la que he elegido para encabezar el reportaje.
Empezaban a entrar las nubes que en cuestión de minutos cubrirían el plateau.
El Cervino, a punto de bajar el telón.
Parada en pleno plateau, un poco antes de la pala final, donde decidí abandonar.
Las nubes, comiéndose el Breithorn.
Mientras yo regresaba a Testa Gigria mis amigos se enfilaban hacia la arista cimera.
Fernando en la cima del Breithorn. T'ho mereixies amic!!!
Y aquí el gran David, que se merendó dos 4000's en dos días. ¡¡¡Enhorabuena amigo!!!
Mientras mis amigos estaban en la cima yo fotografiaba los seracs en la bajada...
...mientras pensaba: amigos seracs, vamos a llevarnos bien, vosotros quietecitos ahí arriba, que yo paso enseguida y no os molesto más 😅.
Si los seracs eran impactantes, no lo era menos esta cornisa.
Mis amigos, llegando a Testa Gigria con el Breithorn en la butxaca.
Vale más una imagen que mil palabras.
Y ya en el confort del hotel... Digan posibles usos de un bidé, por ejemplo secador de crampones. Un, dos, tres responda otra vez... Secador de crampones 😅.
Y desde la ventana del hotel vimos como el Cervino, tras un descanso, volvía a levantar el telón.
...conseguí este espectacular time-lapse, que ya compartí con todos vosotros en el resumen de 2024 y que vuelvo a a compartir en este reportaje:
Y tras la ducha nos fuimos a dar un garbeo por las calles de Cervinia, que con el entorno y las nubes fue pura fantasía.
😍
En una de las calles del pueblo se encuentra una replica exacta de la cruz que hay en la cima del Cervino. Fue mi cima de la jornada 😅.
Y como no hay garbeo sin cerveza... Aquí las birras y la tapa, que nos la pusieron sin pedirla, y de la cual hicimos reparto equitativo. Mis amigos se comieron el fiambre y yo el queso.
Por las circunstancias no nos pudimos hacer ninguna foto los tres en una cima durante este viaje, pero fotos como esta tienen muchísimo más valor. No hicimos fotos de las pizzas de después, pero si alguna vez vais a Breuil-Cervinia, Ristorante Pizzeria Sotto Zero, no lo dudéis.
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