26 de julio de 2024

La Singular Geología de la Mola d'en Camaràs

 Sábado 20 de mayo de 2023

En octubre de 2019 hicimos una exhaustiva ruta de casi 27 kilómetros en Forcall, en la que subimos a tres de las cuatro muelas que rodean a esta población de els Ports. En cada una de las muelas descubrimos rincones interesantes, pero sobre todo en la Mola d'en Camaràs. Allí encontramos una serie de estrechos, cuevas y galerías formadas por derrumbes que nos hubiera gustado explorar más a fondo, cosa que no pudimos hacer por las propias exigencias de la ruta. Así que nos emplazamos para volver en un futuro y explorar un poco más todo aquello. Ese día llegó en mayo de 2023, pero sin estar planeado...



Efectivamente, el que yo os esté contando esto ahora y no en un hipotético futuro es gracias a la improvisación, y es que la ruta prevista para ese día tenía que haber sido en Castellote, en el Maestrazgo turolense, pero cuando llegamos allí Laia y yo estaba lloviendo con cierta insistencia y sin visos de parar. Y no solo eso, hacia una rasca considerable, y yo me había presentado allí en pantalón corto y una fina chaquetilla, lo que se dice un tío previsor... Así que no nos quedamos mucho rato allí y pusimos rumbo sur, con la idea inicial, si también llovía por allí, de visitar algunos pueblos de la comarca de els Ports, entre ellos Morella. Pero al pasar frente a Forcall y ver que no tenía pinta de que fuese a llover allí, se me encendió la bombillita y decidí que haríamos esta ruta. 

Básicamente el recorrido de la ruta fue el mismo que en la ruta de 2019 atañó a la Mola d'en Camaràs, pero solo por el hecho de haber explorado muchos más recovecos, en especial en la zona de la Roca Roja, ya hizo que pareciese una ruta totalmente diferente, también influyó notablemente que mi situación personal fuese totalmente opuesta en una y otra ruta. Nuestra estabilidad emocional tiene mucho que ver con la manera de la que disfrutamos las cosas, y entre mi estado de ánimo de aquel otoño al actual no hay color... Aún así terminé la ruta con un gusto agridulce, casi al final os cuento la razón. A continuación un puñado de fotos por este pequeño viaje geológico por la Mola d'en Camaràs.

Por cierto, el sábado siguiente volvimos a Castellote, y pudimos hacer la ruta que teníamos planeado hacer allí, bueno casi, pues nos pasó una de las situaciones más surrealistas que hemos vivido en todos estos años saliendo a la montaña. Os la cuento en diez días.

Aparcamos en un hueco junto al puente de la carretera que cruza el Bergantes, un kilómetro antes de llegar a Forcall. Ya a pie bajamos al río y andamos un rato junto a su margen derecha. El edificio que vemos es la antigua fábrica textil de Palos, que alberga en su interior restos del palacio gótico de los Berga (s.XVI). Al fondo vemos la Mola d'en Camarás.

Salimos del río y subimos hasta la carretera, y al cruzarla empezamos a seguir el caminete que, valga la redundancia, se encamina, hacia la Roca Roja. 

Pasamos junto a este campo de cereal, que lucía un precioso color ocre. Mi compi se pegó unas carreras por allí. Al fondo vemos el espolón de la Roca de Migdia, en la Mola Garumba.

El caminete se convirtió en sendero, y no tardó en discurrir por el interior de un bonito carrascal.

Poco a poco nos fuimos adentrando en una zona de caos de roca...

...caos provocado por los antiguos desprendimientos de la Roca Roja. En esta zona se encuentra el sector de escalada de la Grallera.

Nos escapamos del sendero para activar el modo curiosidad. Encontramos esta grieta en la pared.

Aquí tenemos a mi exploradora favorita, ya esperándome en el interior de la grieta, y calibrando las dimensiones de la misma.

Esta grieta, además de tener un interior bastante amplio...

...tiene salida por el otro lado, lo que nos permitió, tras varios intentos, conseguir este chulo contraluz con el que he encabezado este reportaje.

Al salir de la grieta hicimos una exploración por otra zona de bloques, a ver si encontrábamos alguna otra sorpresa. Hallamos una nueva grieta, pero que no tenía más continuidad que la que se ve en la imagen.

Pero cerca de allí si que vimos otra, por la que si que pudimos trepar...

...y pasar al otro lado. Fijaos en el bloque empotrado sobre Laia.

Tras un nuevo escarceo entre bloques...

...llegó el siguiente caprichito geológico, y lo hizo en forma de estrecho. Este si que lo exploramos en 2019...

...y no nos importó en absoluto volverlo a hacer en 2023.

Mirando hacia arriba se puede apreciar la poca distancia que hay entre pared y pared.

Y al final del estrecho esta pequeña maravilla...

...dos árboles aferrados a la roca y un saliente rocoso de una de las paredes dándole un tímido beso a la pared contraria.

Visto el estrecho, y antes de ponernos con la subida a la parte alta de la Mola, aún quedaba la guinda de todo este entramado geológico, esta cueva/galería. En esta imagen podrá parecer pequeña...

...pero desde dentro, y calibrando con Laia, nos podemos dar cuenta de las verdaderas dimensiones del lugar.

Si os fijáis bien en la imagen podréis ver que dentro de esta oquedad también hay alguna vía de escalada.

Visitado bien a fondo todo este conjunto nos pusimos con la subida a la parte alta, y lo hicimos siguiendo los restos de un camino de herradura. Vemos el estrecho por el que habíamos andado unos minutos antes.

Llega un punto en el que el sendero pasa bastante pegado a uno de los bordes superiores del estrecho.

Un poco más arriba pude fotografiar esta bonita perspectiva, con Forcall apareciendo entre las dos paredes del estrecho.

Y al llegar a la parte alta, y antes de ser engullidos por el pinar, nos asomamos a este mirador, donde pudimos ver la amplitud de este tramo del valle del Bergantes.

Y un poco más adelante, en uno de los claros del bosque, pudimos ver Forcall. Su forma triangular y su topónimo tienen su sentido, ya que el pueblo se encuentra justo en la confluencia de tres ríos: el Cantavella, que viene desde el oeste, el Calders, que viene desde el sur, y el Bergantes, que viene desde el este, juntos continúan, unificados como Bergantes hacia el norte. El Bergantes es el único río valenciano que pertenece a la cuenca del Ebro.

Tras un largo tramo caminando por los carriles de la parte alta de la Mola dimos con el camino de bajada. Una pasada de sendero ancestral, conocido como el Pujador dels Gegants.

Nos asomamos de nuevo al valle del Bergantes, dominado en esta zona...

...por la Penya Alta, que nos avisaba de que el espectáculo geológico continuaba...

...por ejemplo con oquedades como esta...

...y sobre todo con els Gegants...

...que como su propio topónimo indica son unas gigantescas torres, agujereadas cual queso gruyere.

La Penya Alta también tiene sus agujeros.

Ante tan magnífica obra de la naturaleza, y con la poca gracia que me caracteriza, hasta me permití un posado.

En 2019 no nos acercamos a la base de este tótem calizo, pero hoy si que lo íbamos a hacer.

Incluso nos metimos en la pequeña cueva que hay en su base.

Y también bajo el hueco que queda entre ambas torres.

Os vuelvo a mostrar la Penya Alta. ¿La razón?...

...pues por que asomó brevemente la parte alta del castillo de Morella.

Pasamos al otro lado de els Gegants, donde estos cobraron apariencia de Moais.

Un poco más abajo nos volvimos a salir del sendero, para explorar nuevos recovecos.

Vimos algún roble arraigado a la roca...

...y nuevas grietas y desprendimientos...

...e incluso un abrigo pastoril.

El sendero acabó desembocando en la carretera, andamos unos metrospor ella para encontrar la continuidad del mismo. Este nos bajó hasta el lecho del Bergantes. Allí, cerca de un molino, encontramos esta poza, en la que Laia se pudo refrescar.

Pasamos a la otra margen del río y tomamos el camino que, paralelo a él, nos llevaría hasta el punto de inicio de la ruta. Durante este tramo pudimos ver toda la longitud de la Mola d'en Camaràs, desde la zona de els Gegants y la Penya Alta...

...hasta el extremo más occidental de la Mola.

Y esta, que parecería ser una bonita foto de un corzo, fue la razón por la que acabé la ruta con un sabor agridulce, os lo explico a continuación:

En un momento de nuestro tránsito por este camino paralelo al río escuché un ruido, y al girarme vi que era un corzo macho que asomaba la cabeza entre el matorral, tras hacerle unas cuantas fotos y ver que no huía, lo cual hubiese sido lo normal, intuí que algo le sucedía, así que me acerqué a comprobarlo. Efectivamente, el animal no podía correr por que tenía las patas traseras enganchadas entre unas raíces y unos matorrales, así que fui a ayudarle. Con gran esfuerzo logré desencajarle las patas del ramaje, tras lo cual pensé que saldría disparado. No fue así, el animal seguía tumbado, así que arriesgando un poco el tipo (llegó a embestirme) lo cogí de los cuernos para ayudarlo a levantarse. Fue al levantarlo cuando descubrí que el corzo, del tremendo esfuerzo que habría realizado el mismo para intentar desengancharse, tenía un boquete en el abdomen, del cual colgaban algunas vísceras, lo cual fue una visión bastante desagradable. El pobre animal no tenía ya ni fuerzas para levantarse, así que con gran tristeza lo dejé allí, no sin antes pedirle consejo telefónico a un buen amigo mío, bombero forestal, que me dijo que podía llamar a los agentes forestales de la Generalitat, los cuales podrían rescatar al animal, pero me dijo que haciendo eso me tendría que haber esperado allí hasta que llegasen, y que correría el riesgo de que tal vez, al verme con Laia, incriminaran a ella de lo ocurrido. Así que me aconsejó que lo dejara allí, pues es un animal que no está en riesgo de extinción y que al fin y al cabo los buitres también tenían derecho a darse un buen banquete. Aún así acabé la ruta e hice el camino de regreso a Betxí con muy mal cuerpo, tan mal cuerpo que no hubo ni cerveza post-ruta...

Pues eso, con muy mal cuerpo, hicimos los metros restantes, por este bonito camino paralelo al Bergantes, de esta ruta totalmente improvisada. Los encuentros animales de la ruta del sábado siguiente, que fueron bastantes, resultaron mucho más agradables.


4 comentarios:

  1. Hola Dani.

    Me encantan los recovecos pétreos de estos moais, y de los huecos que quedan en los desprendimientos de las paredes de la mola, con esas repisas de la Penya Alta. Me estaba acordando ahora de esos pasillos rocosos que transitamos antes de llegar al Picón del Buitre y el episodio de mi carrera, como pollo sin cabeza, hacia abajo.

    Ostras, el episodio del corzo! Recuerdo que nos lo contaste a poco de ocurrirte. La verdad que la visión de la tripa rajada no es plato de buen gusto para nadie, me imagino. Pobre animal. Es comprensible el mal cuerpo que se te quedó y las pocas ganas de cerveza, aunque como tú dices, esa imagen de unos cuantos Gyp fulvus alimentándose, consuela un poco por estas situaciones tan desagradables.

    Un abrazo.

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    1. Hola Toni.

      Pues en cierta manera si que hay rincones de esta Mola d'en Camaràs que recuerdan a aquellas galerías previas al Picón del Buitre. Qué buen día aquel, y las risas que echamos con aquella carrera tuya barranco abajo en busca de tus gafas jajaja.
      La semana siguiente, en la que si que pudimos hacer la ruta de Castellote, también disfrutamos de un espectáculo geológico de primer orden.

      Si no recuerdo mal os mandé los vídeos del corzo, los cuales decidí no compartir en ninguna red social ni blog, y solo enseñar a los más íntimos. Pudisteis comprobar que no fue nada agradable oír gritar de esa manera al animal, ni ver esas vísceras colgando de su abdomen. Pero en fin, son cosas de la naturaleza y la visa salvaje, y esta seguiría en este caso su curso, con nuestros carroñeros favoritos poniéndose hasta el quico con la carne del corzo.

      Un abrazo.

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  2. Hola Dani.

    Desde que un mes de julio ( a finales) me nevó subiendo al pico Anayet por Canal Roya, nunca me falta un forro polar viejo en el maletero, eso, un paraguas e incluso unas zapatillas, porque tengo muy mala cabeza.

    En cuanto al recorrido, por lo visto en las fotografías, es de esos lugares qué, da igual haber estado, porque con todos los recovecos, grietas y pasillos que tiene, siempre encuentras lugares que no habías visitado y otros, en los que tan solo te habías adentrado un poco.

    El tramo de subida donde vas viendo el valle del Bergantes, es una pasada con todo esa geología y las diferentes formas que va adquiriendo las rocas y el corzo, pues una pena pero, yo creo que lo mejor es que la naturaleza haga su trabajo, al final, el mal de unos es bien para otros y mejor que los buitres se alimenten de esa manera natural, que no, los alimenten los humanos.

    Salud y montaña.

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    1. Hola Eduardo.

      Yo también suelo llevar un paraguas en la furgoneta, aunque me resulta bastante incómodo caminar por la montaña con él. Y en cierto modo si que peco de ser poco previsor a veces para las situaciones de lluvia, pues nunca llevo ropa ni calzado de recambio en la furgoneta, como mucho alguna vez cojo una camiseta para cambiarme la sudada.

      Respecto al recorrido estoy seguro que sobre haberlo explorado más a fondo esta vez, seguro que me dejé algún recoveco por descubrir, en especial después de els Gegants, donde seguí algunas trochas que se dirigían hacia más desprendimientos, pero no me adentré mucho.

      Pues si, con el tema del corzo, aunque se me quedase mal cuerpo y me doliese dejarlo allí, hay que respetar el curso de la naturaleza y dejar que los buitres hagan su función, que seguro que se alegraron jeje.

      Un saludo.

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