27 de julio de 2025

Moncayo (2315 m.)

 Sábado 13 de enero de 2024

Mi quinto Moncayo, y también quinto reportaje de ascensión a esta montaña que podéis encontrar en el blog. ¿Repetitivo?, hombre, a priori creo que no, pues son 5 reportajes entre 617... Además, por muchas veces que subamos a una cima, o hagamos una ruta, siempre habrá algún factor que la hará distinta a todas las anteriores. Cierto que así como he publicado todas las veces que he subido al Moncayo, no lo he hecho todas las veces que he subido, por ejemplo, al Pic d'Espadà. Ahí ya entra un criterio personal en el que ya no voy a ahondar. Lo que si que voy a explicaros, de manera muy breve, es el por qué este Moncayo fue diferente a los otros cuatro.



He subido al Moncayo hasta con 16 personas diferentes, entre las que se incluyen Josep y Esther, que fueron mis compis en esta edición de 2024. Un denominador común de las anteriores ascensiones habían sido las condiciones invernales, y que el punto de partida había sido el aparcamiento de Haya Seca. Bien, de nuevo repetíamos en invierno, pero encontramos cortada (hielo) la carretera que sube al santuario a la altura de la Fuente de la Teja, obligándonos a empezar la ruta allí. Así que hubo que sumar 500 metros de desnivel extra al ascenso. Pero bueno, no hay mal que por bien no venga, caminamos por unos bosques del Moncayo que no conocíamos. Y como en 2014 y en 2019, llevábamos idea de subir por la vía de los Gendarmes, pero al ingresar en la Hoya de San Miguel vimos que las condiciones no eran las más idóneas para subir por allí, y es que el paquetón de nieve que se veía desde lejos era muy engañoso, y pese a que en la pala si que había más espesor, estuvimos pinchando roca constantemente. Podríamos haber subido perfectamente sin crampones. De las cinco ascensiones esta fue sin duda en la que peores condiciones de nieve encontramos. El que no faltó a su cita fue el cierzo, que soplaba bestia no, lo siguiente. Creo que los tres batimos nuestro récord personal de permanencia en una cima, récord de menor permanencia, claro está. Bajamos de allí escopeteados. Tarazona fue el bonito escenario del tardeo post-ascensión...

Antes de entrar en harina me vais a permitir que haga un viaje fotográfico en el tiempo, y enseñaros los cuatro Moncayos anteriores y a los amigos que me acompañaron en ellos. El primero, en febrero de 2011, con José María fill, Raúl, José María pare y Ana.


Segundo, en marzo de 2013, con Paco, Luís, Pedro, Alberto, Eva, Graciela y José María (padre e hijo).

Tercer Moncayo, con Jesús, en marzo de 2014.

Con Jaime, Miguel Ángel y David, en febrero de 2019.

Hecha la retrospectiva, volvamos a la ascensión que nos ocupa. Así veíamos el Moncayo, con iglesia de Bureta y el Palacio de los Condes de Bureta, esa mañana desde el parking de auto caravanas de Alberite de San Juan, en el que habíamos pasado la noche. Se intuía cargadito de nieve y a una cota bastante baja...

...y así era, pues a 1100 metros, que es a la altitud en la que empezamos caminar, ya la pisamos de forma continua. Foto de la Fuente del Sacristán, cuando ya llevábamos un ratico de ruta.

El itinerario hasta el santuario está muy bien señalizado. Caminando bajo hayedos desnudos, como era lógico en aquellas fechas.

Más arriba los pinos toman el relevo de las hayas. En un claro del pinar pudimos ver una de las palas del Moncayo, ya bien iluminado por el sol.

Tramo cercano al santuario.

En el santuario hicimos parada al sol para poner pinchos. A partir de aquí camino ya de sobra conocido hasta la cima. Al fondo el blanco skyline pirenaico.

Subiendo, a buen ritmo, hacia la Hoya de San Miguel.

Aquí la tenemos, la Hoya, o Pozo, de San Miguel, a la que también se la conoce como el Cucharón.

Justo al llegar allí se cubrió el cielo. A lo largo de la subida se fueron alternando grises y azules, ganando la partida al final los grises.

Mucha roca asomando. En ese momento nos dimos cuenta que no había tanta nieve como pensábamos, y que tampoco estaba en las mejores condiciones.



Nada más tuvimos a la vista la vía de los Gendarmes nos dimos cuenta que no se daban las mejores condiciones para subir por allí...

...así que subimos por la vía más clásica directa de la pala, que por clásica no deja de ser chula.


Pues hala, al tajo. Siempre me ha gustado el contraste de estas nevadas laderas con los tonos oscuros de la Depresión del Ebro.

Dejamos los Gendarmes para otra ocasión que haya mejores condiciones.

También sopesamos durante un instante subir por uno de estos dos corredores (por el derecha subimos en 2013, pero con el triple de nieve)...

...pero decidimos continuar por la pala. En esos momentos volvía a afianzarse el sol.

Mirada hacia la zona de la Escupidera, que por desgracia se está convirtiendo en un punto negro de las montañas ibéricas. Solo es mi opinión, pero creo que con nieve es más seguro subir, y bajar, al Moncayo por la pala que por la vía de verano.

En esta foto se aprecia lo pastosa que estaba la nieve, y también como afloraba la roca.

Aún así, y para más seguridad, descolgamos los piolets de las mochilas.

Mis dos compis en acción.

Entrando en la zona más inclinada de la pala.

Como estaréis viendo no solo afloraban las rocas, también lo hacían los piornos, señal de que no era mucho el espesor.

Entrando en el embudo final.

La inclinación iba en aumento.

Buscando detalles en las laderas del Moncayo, como este grupo que bajaba por la vía de verano...

...o esta pareja que caminaba por la cuerda cimera.

Super-identificado con esta imagen 😉.

¡¡Venga!! a por el último arreón.


La cornisa que se suele formar arriba hoy apenas existía...

...por lo que fue mucho más fácil que de costumbre rematar la subida.

Josep, en la loma cimera, con el Cerro de San Juan tras él, todo quedaba en familia 😉.

Y aquí mi quinto cromo en la cima del Moncayo, de nuevo rodeado de buenos amigos y reivindicando una buena causa, y que por cierto, terminó en victoria 💪. 

El cierzo hizo insoportable la permanencia en la cima, así que pocas fotos pude hacer, y de esas pocas la mayoría fueron al pilón cimero...

...y las caprichosas formas de hielo moldeadas por el propio cierzo.

Aprovecho esta imagen para hacer un par de apuntes personales del Moncayo. La ascensión de 2011 fue mi primera ascensión invernal y la primera vez que me calcé unos crampones. Y el Moncayo es la montaña no valenciana a la que más veces he subido.

Podríamos haber evitado el ventarrón, que no el ventorro (qué sinvergüenza de President de la Generalitat que tenemos), de inmediato bajando por donde habíamos subido, pero en un acto de masoquismo voluntario continuamos por la cuerda hasta el collado al este del Cerro de San Juan para bajar por la vía de verano.

Así que estuvimos un buen rato caminado, y aunque no lo parezca, a golpe constante de cierzo. Eso si, a nivel fotográfico este tramo es una pasada.

Inmensidad blanca en la que los montañeros empequeñecemos...

...e incluso hacemos amagos de desaparecer.

Aunque existen algunas leyendas sobre el origen del topónimo Moncayo, la teoría más probable es que provenga del latín Mons caunus o Mons caius (Monte Blanco, o Cano), hoy sin duda la montaña hacia honor a esa denominación.

Hay montañas que cuando se visten de blanco cobran otra dimensión, y el Pico de San Miguel es una de ellas.

Ya por la vía de verano, la cual no hay que subestimar en condiciones invernales, sobre todo si aflora el hielo, ahí si que hay que extremar precauciones e incluso, si es posible, evitarla.

Mucha roca asomando también en esta vertiente.

Y con esta foto, ya no hice más, finaliza el reportaje de esta ascensión al Moncayo...


...Pero no la entrada, pues en esta, y es lo que la diferencia de las cuatro anteriores del Moncayo, vais a encontrar, y de hecho ya la estáis leyendo, una pequeña reseña de la Vía Ferrata Hipocrática de Calcena, en el extremo sur-oriental del Parque Natural del Moncayo, la cual hicimos el día siguiente para complementar la escapada.

La vía está construida en un bonito rincón calizo a las afueras de Calcena. Se trata de un recorrido muy corto y sencillo, ideal para iniciación, cuyo mayor atractivo es un espectacular puente tibetano de unos 80 metros. La cara oculta del Moncayo tiene muchos rincones interesantes que tenemos pendiente explorar, quizás el habernos acercado a hacer esta ferrata nos animé a venir más a menudo a esta zona y empezar a descubrirlos...


Las peñas en las que está instalada la vía, durante la aproximación a la misma.

Y aquí la Ermita de San Roque, con Calcena detrás. Como veis la vía está al ladito del pueblo.

Las cercanas Peñas del Cabo estuvieron presentes durante toda la vía.

Esta empieza con un tramo horizontal sobre una repisa.

De inmediato viene la primera sección vertical.

Una pequeña repisa en la que poder efectuar un descanso en esta primera vertical.

Luego viene una corta travesía horizontal...

...a a que le sigue una segunda vertical, en la que la pared hace un poco de panza.

Llegando a ese pequeño desplome, donde la vía ya ha alcanzado buena altura.

La grapas son abundantes y hay poca separación entre ellas, así que sin problema.

Con la altura ganada tuvimos una visión más amplia del entorno y de las Peñas del Cabo.

Cada vez soy menos amigo de los selfies, pero bueno, un par o tres al año no hacen daño...

Terminadas las verticalidades el recorrido sigue por esta corta pero estética cresta. Al fondo Calcena, enclavada en el valle del Río Isuela (no confundir con el Río Isuela de Huesca).

Tras la cresta viene un corto pero interesante paso en diagonal, en el que queda un buen patio a nuestra izquierda.

El paso desde arriba.

Más miradas al entorno. Dentado perfil de las Peñas Albas, al norte de Calcena, y que ofrecen una interesante excursión.

Descendiendo por la canaleta que da acceso al espectacular puente, punto estelar del recorrido.

Aquí tenemos a Josep en mitad del puente...

...y finalizándolo.

Turno de Esther. Como es obvio el puente se mueve bastante en su parte central.

Y así finaliza el recorrido de la ferrata. Por cierto, en la mayoría de las fuentes consultadas para la realización de este reportaje inciden en que la construcción de esta vía fue impulsada por el Dr. José Ramón Morandeira (1945-2012), reputado cirujano y montañero. De esto deducimos el porqué de Hipocrática.

El retorno se efectúa por la amplia canal que hay bajo el puente. Durante la bajada pudimos ver a unos compañeros cruzándolo.

Aquí uno de los compis en el puente, con un buitre supervisando la acción.

Y ahora si, con esta foto, termina el reportaje de esta fructífera escapada a los dominios del Moncayo.


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