Le llega el turno al reportaje de la última ruta de aquel fantástico 2023. Año y siete meses han pasado ya, y es que el tiempo vuela, y encima en clase turista, parafraseando a Los Chikos del Maíz... Desde hacía ya un tiempo, al equipo Magia Serrana, es decir, a Toni y Maru, y a mi, nos rondaba la idea de ir a pasar la Nochevieja en algún refugio del Pirineo. Por como cuadraban las fechas, aquel fin de año de 2023 era el propicio para ello, así que, tras barajar varias opciones, al final nos decantamos por la del Refugio de Lizara. Desde allí partieron la ruta que sirvió para cerrar el año, esta que estás leyendo, y la que inauguraría el 2024, que podrás leer en diez días.
Si hubiese hecho bueno hubiésemos intentado subir al Bisaurín. Ese era el plan, y hubiese estado muy bien despedir el año con una cima tan prestigiosa como es el Bisaurín. Pero las previsiones meteorológicas no eran las más indicadas para ponerse a subir cimas, e invitaban buscar una opción que se alejara de altitudes y grandes pendientes, así que pensamos, que visitar, por fin, pues los tres lo teníamos pendiente, el Valle de los Sarrios y el Ibón de Estanés, también estaría muy bien, y además con el plus de hacerlo en un contexto tan especial como este, el último día del año y en modo invernal.
Y vaya si salió invernal el día. El chirimiri que caía en Lizara cuando abandonamos el confort del refugio mudó en nevada nada más ingresamos en el Achar de Catiellas, y así se tiró durante unas cuantas horas, reduciendo a mínimos la visibilidad y también la temperatura, acumulando más espesor a la capa de nieve existente y recibiendo la caricia de alguna pequeña ventisca... ¿No queríamos invernal?, pues tuvimos dos tazas. Ante tal panorama no tardamos en darnos cuenta de que nos habíamos venido muy arriba al querer incluir en la ruta la visita al Ibón de Estanés. Nada, nos conformaríamos con ver el Valle de los Sarrios, aunque con tales condiciones, lo que es ver no íbamos a ver mucho... Pero mira por donde, cuando llegamos allí se abrió lo justo para al menos poder calibrar las dimensiones de este precioso valle pirenaico y no irnos de vacío en lo que a nivel visual se refiere. Y cuando ya nos conformábamos con eso, a mitad regreso, y casi de repente, como por arte de magia, despejó, y pudimos disfrutar de bellas estampas de cielos azules, nubes residuales y el sol haciendo relucir y brillar la capa de nieve recién caída en estas montañas cercanas a Lizara, la coda perfecta para lo que había sido un gran año de montaña.
Y para finalizar, no suelo explayarme mucho con lo que suele acontecer tras las rutas (cervezas, comidas, pic-nics...), pero en esta ocasión me veo obligado a hacer la excepción, y es que en Lizara se curraron una fiesta de Nochevieja la mar de apañá, en la que tras una cumplida cena, y las doce caceroladas de rigor, un voluntarioso hombre orquesta animó, con éxito, el cotarro, en el que no faltaron el champán y los cotillones, aunque yo, sosainas por naturaleza en este tipo de eventos, a eso de las 00:30 ya estaba en mi litera, aunque he de decir que batí mi propio récord del último lustro, en el que no había conseguido llegar ningún año a las uvas... Pero bueno, ahora ya puedo decir que he pasado una Nochevieja en un refugio de montaña, que no voy a negar que fue especial, pero no tanto como la velada post-ruta en el refugio, en la que Toni y yo realizamos una cata de cervezas artesanales que mis amigos habían traído desde Cuenca. Con la chispa se desmesuraron las risas y el cachondeo, al que se unieron unos navarricos con los que compartíamos mesa, que también nos dieron a probar algunos de sus licores y viandas. Me lo pasé genial durante esas tres horas y pico anteriores a la cena, que se me pasaron volando. Puedo afirmar sin ningún tipo de temor que fue la mejor velada cervecera que he pasado en un refugio de montaña, y mira que ha habido de buenas en todos estos años, y qué casualidad, en ellas también habían estado presentes Toni y Maru...
Refugio de Lizara, al cual llegamos la tarde anterior. Empezamos, sin madrugar demasiado, con lluvia...
...y con las montañas cercanas al refugio totalmente cubiertas.
Al cabo de unos minutos de marcha, y un poco más al norte de Lizara nos topamos con el Refugio de Ordelca, donde empezaron a caer los primeros copos de nieve.
No muy lejos de allí nos vigilaba este amiguito con su pelaje invernal. Teniendo la ruta el nombre que tiene, no nos extrañó en absoluto 😉.
Tras una breve parada en la cabaña continuamos con la ruta... Pero un momento, ¿qué estaba ocurriendo aquí?, ¿acaso Toni se volvía a Lizara y nos dejaba a Maru y a mi solos?...
...pues no, mi amigo simplemente estaba cumpliendo con su rol en el equipo 🤪. A punto de entrar en el esa mañana tenebroso estrecho del Achar de Catiellas.
Allí se empezó a intensificar la nevada. La mirada de complicidad que me lanzaba Toni lo decía todo...
...y es que la cosa se empezaba a poner harto interesante.
Así lucía la mochila de Maru, al poco de haberse intensificado la nevada.
A pesar de las condiciones, la ruta no ofreció ninguna dificultad en cuanto orientación, ya que no tuvo mayor misterio que seguir las marcas de una de las variantes de la GR 11.
Mis amigos, progresando bajo la nevada.
Se redujo bastante la visibilidad. Tanto que el Refugio de Bernera...
...no lo distinguimos con claridad hasta que no estuvimos frente a él. También se le conoce como el Refugio de los Forestales. Entramos dentro a guarecernos un momento de la nevada, y también a avituallar un poco y a equiparnos mejor.
Tras abandonar el refugio nos pusimos con la subida al Puerto de Bernera. La nevada menguó un poco, pero la visibilidad seguía siendo baja...
...pero suficiente como para distinguir algunos fascinantes detalles en las laderas cercanas.
En algunos tramos de la subida al Puerto de Bernera encontramos bastante hielo bajo la fina capa de nieve recién caída. Hicimos bien en herrarnos.
Cerca del puerto pudimos distinguir la superficie congelada del Ibón Viejo.
Alcanzamos el Puerto de Bernera, que con sus 2115 metros supuso el punto más alto alcanzado ese día.
Desde allí nos fuimos dejando caer por la suave pendiente hacia el Valle de los Sarrios.
Al poco de empezar a bajar volvió a arreciar la nevada, y con algún envite de ventisca incluido.
La visibilidad se volvía a reducir al frente...
...pero mirando atrás se veía lo justo para intuir la grandeza de este Valle de los Sarrios.
Y para fortuna nuestra se abrieron algunas ventanas entre las nubes...
...que nos permitieron contemplar con bastante nitidez la belleza de este sinclinal.
Así que, espoleados por esos claros en el cielo bajamos hasta el fondo, para recorrer esa amplísima llanura nevada.
Mirada hacia las crestas que cierran el valle por el este.
Característicos monolitos de piedra que destacan en el centro de este inmenso llano, en el que se suele formar una laguna estacional, que ese día, evidentemente, se encontraba congelada.
Tan ensimismados íbamos con el entorno que en un momento nos vimos desperdigados...
...si no mirad donde andaba ya Maru, que por cierto, ese día hacía su primera ruta invernal.
Menudo sitio para estrenarse, ¿verdad?.
Con Maru escapada no me quedó más remedio que recurrir a Toni como figurante 🤪.
En este punto lo que más nos llamó la atención fue esta espectacular aguja...
...a la que también podríamos calificar como colmillo...
...y que para mi también se asemeja a la cabeza de un lobo mirando hacia arriba.
Fuimos hasta la escapatoria de las aguas del valle, a la cual se la conoce como la Trinchera.
Una vez allí nos dejamos caer un poco a la otra vertiente, para ver si al menos, ya que no íbamos a llegar él, podíamos divisar el Ibón de Estanés, no fue así. Para ello tendríamos que haber avanzado un poco más...
...pero con lo inestable de la meteo, y pensando en lo cortos que son aún los días a finales de diciembre, emprendimos el regreso a Lizara.
De nuevo en el llano del fondo del valle, en el que la ventisca arrastraba de un lado a otro la nieve, dejando al descubierto calvas de hielo puro.
Se seguían alternando claros en el cielo, que nos regalaban estampas espectaculares.
Del Valle de los Sarrios no solo nos impactó su inmensidad...
...también lo hicieron sus detalles geológicos.
Y ahora me vais a permitir que me salga un momento de la descripción de la ruta para cobrarme mi ansiada y fría venganza, ya que en su día, Toni, en su reportaje de esta ruta, incluyó un par de fotos, hechas a traición, en las que aparecía yo cambiándole el agua al canario, y otra, en la que bajo los efectos de la cerveza, me había puesto la chaqueta del revés. Y es que en un momento de la subida al Puerto de Bernera nos dimos cuenta que Toni llevaba puesto, no sabemos desde cuanto rato, un crampón de esta guisa, totalmente fuera de la bota y encima también del revés. Nos echamos unas buenas risas 🤪. Te quiero un montón Toni, no cambies nunca.
De nuevo en el Puerto de Bernera, con mejor visibilidad que antes, hasta el punto de poder distinguir alguna cumbre.
Eran claros indicios de que lo peor del temporal había pasado ya.
Y con esa mejora llegó también una mejor calidad de las fotos, a lo cual también ayudaron los modelos, todo hay que decirlo 😉.
Bajando hacia la Plana Mistresa.
Seguían apareciendo más cumbres, como las del Macizo de Bernera...
...y sobre todo la más alta y emblemática del entorno, el Bisaurín.
Linea de cumbres de Secús y la Portaza.
Y vale que no iba a nevar más, pero ni por asomo esperábamos que saliese el sol de esta manera. Mirad que chulo lucía el Bisaurín con los rayos solares...
...¿y qué me decís de la Plana Mistresa, la cual no habíamos ni intuido durante la subida?.
Fue un momento mágico...
...normal que Toni estuviese tan eufórico.
Agrestes, y nevadas, laderas orientales del Bisaurín.
Volvimos a hacer una breve parada en el Refugio de los Forestales. Menuda diferencia a unas horas antes, ¿verdad?.
El resto de la bajada hasta Lizara fue un festival visual, de agujas y picachos...
...de nieve nueva y nubes disipándose al contacto con las cumbres...
...un disfrute total, vamos.
De nuevo en el Achar de Catiellas, que parecía un lugar totalmente distinto al de la subida.
Increíble como en cuestión de horas había pasado de nevar con intensidad a salir con fuerza el sol.
Peña Mesola.
En el valle que lleva su nombre no vimos ningún sarrio, pero cerca de Lizara volvimos a ver unos cuantos.
Mirad que a gusto estaba este tomando el sol.
Paredones occidentales (los Castillones) del Macizo de Bernera.
Puntal Alto de lo Foratón, al cual subiríamos la mañana siguiente.
Y con esta imagen del Llano de Lizara y la mole de Bernera despido este reportaje de la última ruta de 2023. Si queréis conocer más detalles de aquel fin de semana y de la fiesta de Nochevieja en el refugio os recomiendo que echéis un vistazo al magnífico reportaje que hizo Toni en su día. Os dejo con una pequeña película de la ruta, acompañada por una deliciosa canción, en colaboración con Xarim Aresté, del último disco de los catalanes Sopa de Cabra.
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