12 de septiembre de 2022

Montaña Inclusiva en la Golosilla y en la Sierra del Toro

 A principios de este año tuve la suerte de vivir una de las experiencias más especiales y enriquecedoras que he vivido en estos 13 años de andadura por las montañas, y fue participar en dos jornadas de montaña inclusiva, acompañando y guiando a personas invidentes a la montaña. Si os apetece saber como fue, y como se fraguó, esta bonita historia, os invito a seguir leyendo.





Que yo os esté contando esto es gracias a mi amiga Esther, que a finales de 2021 se puso en contacto conmigo. Me contó que se había sacado la titulación de guía y que, junto a unas compañeras, había creado Montaña y Salud, una empresa en la que entre otras muchas cosas guiaban a personas con discapacidad a la montaña. Me comentó que estaban embarcados en el bonito proyecto de acompañar a Carmen, una chica invidente, a las once cimas más altas del País Valencià, entre las que se encuentra la Golosilla, de cuyas rutas de ascensión me pidió información. Durante la conversación me comentó que antes de ir con Carmen querían ir a estudiar la ruta sobre el terreno, y me dijo que por que no les acompañaba. No era mal plan, pues entre unas cosas y otras Esther y yo habíamos perdido el contacto y hacía casi nueve años que no nos habíamos visto.

Nos citamos en Sant Joan de Penyagolosa con Esther, y sus compañeros Xavi y Josep. Tras un sincero abrazo con Esther, en una época en la que abrazarse aún estaba mal visto, nos pusimos en marcha. Hicimos la clásica circular al macizo de Penyagolosa, solo que al llegar al Cantal de Miquelet hicimos una extensión de ida y vuelta para alcanzar la cima de la Golosilla. Disfrutamos de una agradable y luminosa jornada de montaña en el entorno de Penyagolosa. La ruta fue lo suficientemente larga para que Esther y yo, después de tanto tiempo, nos pusiésemos al día. También aumenté mi nómina de amigos con Josep y Xavi. Durante la ruta ellos tres fueron viendo y evaluando los puntos del recorrido diríamos problemáticos y en los que el día de la ruta con Carmen se habría de prestar más atención. Al final de la ruta, que se remató con una buena comida en Vistabella, Esther me dijo que por que no me apuntaba a esa futura ruta. No me podía negar...

Penyagolosa, y como lució en esta soleada jornada de noviembre

Camino del Cantal de Miquelet.

Mis compis no conocían esta perspectiva de Penyagolosa y alucinaron con ella.

Monte a través, hacia la Golosilla.

La vertiente norte de la Golosilla, bueno, toda la Golosilla en general, suele ser siempre terreno muy solitario.

Panorámica by Esther.

En la cima de la Golosilla.

Todos mirando a cámara, menos Laia 😅.

Esta cima satelital de Penyagolosa es uno de los mejores miradores hacia el emblema montañero castellonense.

Cielos azules para disfrutar a tope de las vistas que ofrece esta atalaya.

Pero por muy buenas panorámicas que haya los ojos y las cámaras se dirigen irremediablemente hacia el mismo sitio.

La Geganta y sus canales.

Cuando se baja de la Golosilla por su vertiente norte las vistas hacia la cara sur de Penyagolosa son apabullantes.

Laia, Xavi, Esther, Josep y Penyagolosa.


El sábado 22 de febrero fue el día fijado para la ruta. Nos volvimos a citar en Sant Joan, donde nos recibió un día frío y gris, que para nada mermó los ánimos y el poder de convocatoria de estas jornadas, pues íbamos a ser un grupo de 12 personas, en el que además de Carmen también estaba Juan, otro chico invidente. Hechas todas las presentaciones, y antes de ponernos en marcha, Esther y otra compañera nos dieron un pequeño tutorial práctico acerca del uso de la barra direccional. Ya metidos en harina, y en los primeros compases por el Barranc de la Pegunta, y al ver con la soltura que se desenvolvían Carmen y Juan ya me quedé admirado, y supe de inmediato que lo que iba a experimentar hoy iba a ser muy bonito, y más cuando el terreno se volvió un poco más fácil, me ofrecieron coger la barra y guiar, en este caso a Juan. No os voy a negar que al principio iba super-tenso, pues yendo de guía tienes que ser los ojos de la persona a la que guías e ir cantándole que tipo de obstáculo viene, que tamaño tiene y por donde le va a venir. También tienes que evaluar cual es la mejor trazada para minimizar esos obstáculos. Pero poco a poco me fui soltando, gracias en mayor parte al sentido del humor y  a la confianza que depositó en mi Juan, y volví a coger la barra en otros puntos de la ruta, incluso en alguno más complicado y en descenso. Pero no hablemos más de mi, pues todo el protagonismo debe ser para Carmen y Juan, que como he comentado merecen toda la admiración del mundo. La verdad es que es muy difícil encontrar las palabras para definir su espíritu de superación. Juan me contó que fue perdiendo la vista progresivamente, y que ello no fue una traba para seguir haciendo deporte, ya que me comentó que practica fútbol sala, kárate, corre maratones y que incluso ha participado en unos Juegos Paralímpicos. Escuchas esto y da para reflexionar, pues cuando por lo que sea se nos tuercen las cosas, o cuando estas no nos vienen bien dadas, solemos caer en la autocompasión, y esto lo que hace es limitarnos a la hora de hacer cosas, por eso creo que deberíamos seguir el ejemplo de personas como Carmen y Juan. Pude percibir, además, como a pesar de no poder ver, han desarrollado un sentido que les permitió apreciar la belleza de todo lo que nos envolvió ese día. Se cumplió el objetivo de subir a la Golosilla entre una espesa niebla (Penyagolosa no se dejó ver en toda la jornada), pero lo más importante es que disfrutamos de un fantástico día en la montaña y con muy buena compañía. A modo personal os digo que volví a Betxí como montado en una nube, de la que no me bajé en unos cuantos días posteriores. Le dije a Esther que me encantaría repetir, y que a la próxima me apuntaba...

El grupo casi al completo en Sant Joan de Penyagolosa. No recuerdo el nombre de todos, así que si leéis esto, mis disculpas 😅.

Antes de ponernos en marcha, unas nociones básicas sobre el uso de la barra direccional.

Primeros compases, por el Barranc de la Pegunta.

Remontando la Pegunta, tras haber superado la Font Nova.

Para llegar a la Banyadera y al Corralico elegimos la variante más sencilla, por lo que me animé a coger la barra de Juan.

Y la llevé durante un buen rato, incluso ya en tramos más pedregosos de sendero.

Carmen y sus guías en una zona cercana a la Font Trobada.

Bajando hacia el pistón que sube desde el Pla de la Creu, con las barrancadas que caen hacia Xodos.

El grupo, enfilado.

Zona de bajada algo más técnica, en la que Josep cogió la barra de Juan.

El amplio collado del Pla de la Creu, ya a la vista.

Allí hicimos una pequeña parada a almorzar. Aquí tenemos a los dos protagonistas de la jornada.

Aquí me quedé rezagado para tomar esta bonita foto del grupo enfilado en la diagonal que sube hasta la Coava del Sastre.

Esther, Juan y Josep.

Bonito paso en el sendero que rodea Penyagolosa.

La niebla bajó bastante en este tramo tan espectacular visualmente, del cual no pudimos disfrutar esta vez, y es por eso que apenas hicimos fotos. Esta ya es de la parte final del ascenso a la Golosilla.

Y bajo una espesa niebla coronamos la Golosilla y sus 1582 metros.

¿Selfies?, no, gracias. Prefiero ser un poco más original 😅.


...y esa próxima no tardó en llegar, fue el día 2 de abril, cuando nos citamos en la Sierra del Toro para subir al Puntal de Magaña y la Peña Salada, a cuyas cimas íbamos a guiar a Carmen, y también a César, una delicia de chico. Completamos el equipo Esther, Maite, Josep, Carmen y un servidor. Nos recibió un día azul, pero frío de narices, llegamos a tener una temperatura mínima de -2º, que con las fuertes embestidas del viento del norte (rachas de 70-80 km/h) hizo que en algunos momentos de la ruta tuviésemos una sensación térmica de -11º. Hubo momentos que cuando hablábamos teníamos una sensación parecida a la que cuando vas al dentista y te ponen anestesia en la boca... Esta vez al ser menos gente no hubo turnos en los guiajes, por lo que guié durante toda la ruta, en esta ocasión a Carmen, con la que apenas pude interactuar en la ruta de la Golosilla. Chica dicharachera donde las haya, y que rezuma energía y jovialidad por los cuatro costados. Carmen también perdió la vista de forma progresiva, cosa que no le ha impedido practicar senderismo, subir tresmiles, montar en tándem con su marido o ser cinco veces campeona de España de carreras de montaña para ciegos, en este artículo hablan un poco más sobre ella... Me gustaría apuntar, que en un momento de la ruta Carmen me preguntó que cuanto tiempo llevaba guiando, pues me dijo que lo hacía muy bien y que se sentía muy segura, se sorprendió cuando le dije que era la segunda vez, pero más halagado me sentí yo de que ella me dijera esas palabras... Nos apuntamos cuatro cimas ese día, las mencionadas Magaña y Salada y también el Puntal del Agrillar y el Puntal de Peiró. También encontramos fósiles gigantescos y disfrutamos de estos solitarios paisajes de la Sierra del Toro que tanto evocan a su cercana, y ese día nevada, Sierra de Javalambre. Otra bonita jornada de montaña, en el que el buen ambiente reinante en el grupo se impuso al impertinente viento. En ese sentido hubiese estado bien terminar parafraseando a los Marea y decir eso de qué se joda el viento, pero hoy mejor terminar parafraseando a Bunbury y cantar bien alto que siento una simpatía natural y espontánea hacia las cosas extraordinarias...

Gracias Esther, por haberme permitido ser partícipe de estas dos experiencias tan enriquecedoras.

De esta ruta en la Sierra del Toro hay pocas fotos, entre el frío, el viento, y que teníamos las manos ocupadas...😅. Esta fue la rimera foto que nos hicimos, ya en la cima del Puntal del Agrillar, bueno, un poco más abajo, para protegernos del viento.

La vaguada del Barranco de la Sidra, bonito nombre, nos ofreció protección momentánea contra el viento, así que la aprovechamos para pegar un bocado.

Una foto que hice durante la subida al Puntal de Magaña, y que me salió borrosa.

Puntal de Magaña, que con sus 1615 metros de altitud es el punto más elevado de la comarca del Alto Palancia.

Para que veáis que no exagero con lo del frío mirad que espesor tenía la capa superior de hielo de este bidón que encontramos en el Mas de Valero.

Como os había comentado, también encontramos fósiles, y bien majos. Este hizo el resto de la ruta en la mochila de Carmen.

Quitando de los tramos de carril, la ruta fue casi por completo monte a través. Este es uno de los pocos tramos buenos de sendero que pisamos.

Josep y César, y al fondo Javalambre nevada.

Contentos en la cima de la Peña Salada, a unos 1580 metros de altitud.











10 comentarios:

  1. Hola Dani.

    Tuvo que ser un experiencia preciosa. Como siempre la has narrado muy bien, imaginándome cómo tiene que ser el paso a paso de estas personas invidentes, y cómo esa barra y vuestras indicaciones les van guíando por el monte.

    Reconozco que nunca había oído de esto de montaña para invidentes hasta que me lo comentaste tú. Que enorme ejemplo de superación y voluntad deben dar estas personas, y al final queda un gran jornada de campo en la que todos han disfrutado.

    Un abrazo.

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    1. Hola Toni.

      No recuerdo ahora mismo si cuando vinisteis a verme en agosto llegamos a hablar en profundidad sobre esta bonita experiencia, creo que no, así que cuando nos veamos, ya en pocos días, os contaré con un poco más de detalle como fueron estas dos jornadas, que sin duda me marcaron.

      Un abrazo.

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  2. Hola Dani,

    Antes de nada, felicitaciones a tu amiga Esther por tan bonita iniciativa para acercar la montaña a personas invidentes.

    Ya me lo habías contado en persona, pero poder leerlo y acompañado de tan bonitas fotos, hacen que a uno le entren ganas de imitar tus pasos y aydar a otras personas a disfrutar de las montañas que tanto queremos.

    De bien seguro que no será la última vez que te unes a esta bonita iniciativa.

    Un abrazo.

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    1. Hola David.

      Si alguna vez se te brinda la oportunidad de participar en jornadas de este tipo, no lo dudes, apúntate. Además de que te encantará, te marcará, como lo hizo a mi.

      Un abrazo.

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  3. ¡Hola, Dani! En este caso, las preciosas rutas quedan en segundo plano ante las extraordinaria experiencia que tuviste ocasión de realizar. Desde luego, como comentas, hay personas que son un ejemplo de superación del que deberíamos aprender todos. Es increible que sean capaces de realizar esas actividades. Me parecen verdaderos héroes y no olvido a las personas que les ayudan a que puedan realizarlas. Un aplauso también para ellos. Con lo que acabo de decir es evidente que te corresponde un tanto por cien de esos aplausos ya que te has convertido en uno de esos ayudantes. Un gran ejemplo, Dani.
    Un abrazo.

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    1. Hola Emilio.

      Muchísimas gracias por tus palabras. Así es, en estos casos todo el reconocimiento debe ser para las personas invidentes. Los que los guiamos simplemente ponemos nuestro granito de arena para que puedan disfrutar de la montaña.

      Un abrazo.

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  4. Dani, por H o por B, se me había pasado de leer esta formidable entrada.
    Las personas que dedican su tiempo a dar a conocer o ayudar a otras personas a hacer algo que sin ayuda sería totalmente inviable, desde luego, estáis a otro nivel. Un nivel de empatía muy superior al de la mayoría de habitantes del planeta, un nivel de humanidad que va mucho más allá de lo corriente, que suele ser el ego, y una capacidad de transmitir, que tampoco es corriente.
    Me ha gustado saber que Carmen monta en tándem... como Isabel y yo. La verdad es que el tándem es una bici que casi siempre se asocia al guiado de personas invidentes... pero nada más alejado de la realidad, nosotros lo practicamos muy a gusto y sorprendemos a veces a otros ciclistas por la capacidad que tienen esas bicis dobles de meterse por caminos que muchos no imaginan. El tándem es una buena herramienta para favorecer la unión y trabajar la empatía. Conocemos a un chaval de La Linea que es ciego y sale con su mujer, o si encuentra a algún guía, pues se acopla. Pero la mayoría de las veces tiene problemas con la gente que lo lleva, porque en el fondo, no miran por él... se toman la salida como un reto personal lo de llevar a un ciego detrás... no se si me entiendes... todo lo contrario de lo que tu has expresado en esta entrada. Tu te has volcado con ellos, y sin experiencia previa, has hecho una labor exquisita que seguro no olvidarán.
    Mira, hablando de desarrollar otros sentidos, por Cádiz hay un hombre invidente, que sale a identificar aves con otras personas, y es increíble, pues el tío, escucha cualquier ave, y te dice cual es. Tiene un oído que vale más que 1000 ojos. Está considerado uno de los mejores ornitólogos de la zona. Para que veamos... o mejor dicho, para que escuchemos.
    Un abrazo... y me alegra un montón que hayas vivido esta experiencia.
    Pd. He escrito esto escuchando a Tony Joe White.

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    1. Amigo Fran, que importantes son esas dos palabras que has dicho, empatía y ego. Si hubiese más empatía y menos ego esta sociedad en la que vivimos sería un poco mejor.
      Se trata de ayudar, siempre ayudar, y sin querer recibir nada a cambio más que unas palabras, o un gesto, de agradecimiento, una sonrisa... Mira, te cuento una anécdota reciente, este pasado mes de septiembre tuve una semana de vacaciones y me fui en solitario al Pirineo, a los valles de Aran y Benasque. Una de las rutas que hice en Benasque fue la subida a la Tuca de Paderna. En la bajada pasé por la Renclusa y entré para comprarme una cerveza con la que acompañar el bocata y no había nadie allí dentro. Al salir vi que estaban liados, haciendo una cadena humana, entrando en el refugio los suministros para la temporada de invierno (el helicóptero estuvo toda la mañana subiéndolos). Les dije que si me podían servir una cerveza, y me dijeron que por favor me esperase a que terminaran, ¿sabes que hice?, me puse en la cadena, y no lo hice por la cerveza, lo hice por ayudar. Cuando terminamos entré a por la cerveza, y al tirar a pagarla la chica del refugio se negó en rotundo a que se la pagase.
      Pues yo también te he respondido escuchando a Tony Joe White ;-)

      Un abrazo.

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  5. Hola Dani.

    Que gran experiencia y encima dos veces!. Yo, lo he visto subiendo al Moncayo, pero no se si era algo ocasional o lo hacen de manera habitual ...

    Lo de moverse por el monte, yo creo que tiene que ser "más fácil", que hacerlo por la ciudad, llena de ruidos y obstáculos, que aunque se a mejorado en esta tema, todavía queda mucho por hacer.

    Por cierto, me ha gustado mucho esa combinación de La Golosiña y Penyagolosa.

    Salud y montaña.

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    1. Hola Eduardo.

      Así es, una de las experiencias más bonitas que he vivido en la montaña, y podían haber sido tres veces, pues hace unas semanas me invitaron a otra jornada de montaña inclusiva, pero ese finde ya me había comprometido a ir a visitar a un señor de Cuenca que tal vez conozcas jeje.
      Pues creo que cada vez son más comunes los guiajes en montaña a personas con discapacidad. Sin ir más lejos, en la última carrera de montaña en que participé, y te hablo de 2014, recuerdo que participaron varias personas invidentes con barra direccional. Otra modalidad que es bastante común son las sillas Joelette, que permiten disfrutar de la montaña a las personas con movilidad reducida o que no pueden andar.

      Un saludo.

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