7 de septiembre de 2025

Picón del Buitre (1956 m.)

 Sábado 16 de marzo de 2024

De todas las rutas que hicimos en 2024 una de las que con más cariño recuerdo es esta que os estoy comenzando a contar. Fue en la Sierra de Javalambre, y en compañía de Maru y Toni. Subimos al Picón del Buitre desde Arcos de las Salinas. El propio recorrido y el paisaje, las anécdotas que ocurrieron durante la ruta, y el tardeo furgonetero tras la excursión hicieron de esta una jornada de monte inolvidable.



Esta ruta, y tal como la planteamos nosotros, es una de las más completas que se pueden realizar en la Sierra de Javalambre, y no por que salgan más de 20 kilómetros y un desnivel positivo de 1000 metros, que ya sabéis que eso a mi, y al igual que a mis amigos de Cuenca, me la trae al pairo. Cuando me refiero a ruta completa me refiero a la variedad de la misma, y esta la tuvo. El primer tramo de subida, más despejado de arbolado y en el que no se pierde de vista Arcos de las Salinas, nos permitió ser conscientes de la progresiva, pero eficaz, ganancia de altitud. Más arriba, cuando el pino se erigió protagonista, nos regalamos la pequeña aventura de trepar, por una de sus canales, hasta lo más alto de ese peñasco satélite del Picón del Buitre llamado Morrón. Subir al Morrón era totalmente opcional, pero lo que fue obligatorio, y hubiese sido imperdonable que mis amigos no conociesen, fue ese pequeño karst cercano a la cima, ya que esos callejones son uno de esos pequeños tesoros que guarda Javalambre. Ya en el inmenso domo cimero, además del desternillante momento cómico de la jornada y tal vez del año, tuvimos el contacto con la que es la indiscutible reina de las alturas de Javalambre, la sabina rastrera, que desde hace unos años ha tenido que aprender a convivir con un observatorio astrofísico, y más eventualmente, con algunos finales de etapa de La Vuelta. Unos espléndidos pinares, que todavía conservaban algo de nieve, fueron el reencuentro con la Javalambre sin humanizar, y hablando de humanizar, a esta ruta hasta se le perdona que contenga un larguísimo tramo de asfalto, pues dicho tramo contiene, entre muchas otras cosas, los Ojos del Río Arcos y el paso junto algunos espectaculares cuchillares y agujas rocosas. Y después del importante tute, la ruta finalizó plácidamente, con un amable paseo junto a un todavía bisoño Río Arcos.

Primeros pasos de lo que iba a ser una fantástica ruta. Ermita de San Roque, una de las imágenes más representativos del casco urbano de Arcos de las Salinas.

Mediante una serie de caminos rurales nos fuimos alejando del pueblo, y también ganando altitud...

...la suficiente como para, y con algunos elementos del paisaje, conseguir fotos aéreas de Arcos de las Salinas tan chulas como esta.

Un poco más arriba, en un punto de la subida, nos encontramos con la Ermita de San Juan, más popularmente conocida como la Ermita de San Juanico.

Con la ermita conseguimos otra foto chula de Arcos de las Salinas.

Aunque seguro que este tuvo perspectivas más privilegiadas que nosotros.

Un poco más arriba de la ermita encontramos el sendero que nos adentró en terreno más montañoso. Al fondo aparecen los dos objetivos cimeros, el Morrón y el Picón del Buitre.

Nos acercábamos al Arroyo de los Villares y a una sección muy chula del recorrido...

...tanto por el trazado de la senda como por el paisaje.

Laia per dalt, Maru per baix 🤪.

El sendero efectúa un giro y se encamina a un pequeño estrecho de barranco.

Entrando en el estrecho, con el Picón del Buitre allá arriba.

Agujas y roquedos de la margen izquierda del Arroyo de los Villares.

Este Arroyo de los Villares es tributario del Arroyo Torrijano, que al llegar a Arcos de las Salinas se une al Río Arcos, cuyo nacimiento veríamos unas horas después.

Superado el estrecho y mirando atrás pudimos ver mejor las agujas o torres pétreas que se elevan en cada vertiente del arroyo.

Mirando a las torres de la margen derecha encontramos un espectacular parecido...

...el de un pájaro alimentando a sus polluelos en el tronco de un árbol.

Y estas son las torres de la margen izquierda...

...donde así de primeras no logramos hallar ningún parecido.

Y estos son mis amigos, posando en este entorno tan bonito.

Superado el tramo tan vistoso del Arroyo de los Villares afrontamos una subida, que nos hizo alcanzar del Collado Sancho, en cuya charca no dudó en bañarse Laia. Despuntaba el Morrón, cercano pero todavía 300 verticales metros sobre nosotros. Nos acercaríamos a su base remontando estos pinares.

Durante esta subida por el pinar encontramos algunos salientes rocosos en los que pudimos hacernos simpáticas fotos y disfrutar del amplio panorama.

Toni, en pleno trabajo fotográfico y contemplativo.

Infinitos horizontes ibéricos desde uno de esos salientes rocosos.

A quien buen árbol se arrima...

Calibrando con mis amigos el tamaño de este pino tan hermosote.

Nos salimos del sendero para plantarnos en la base del cono calizo del Morrón, haciendo una pequeña travesía a la derecha...

...para localizar la canal que nos daría acceso a la parte alta.

La subida es bastante vertical y espectacular...

...pero su grado de dificultad es muy pequeño, y solo exige hacer uso de las manos en algunos puntos concretos.

En esta subida no faltan pequeñas agujas en las que poder subirse...

...y hacer disfrutones posados.

Afrontando la parte final de esta corta pero explosiva subida al Morrón.

Caliza pura de Javalambre, con la difuminada silueta de Penyagolosa al fondo.

Ale! A rematar la subida al Morrón.

Maru y Toni, en lo más alto del Morrón, a 1866 metros.

Mis amigos, mirando hacia Penyagolosa. ¿Rememorando quizás aquella inolvidable ascensión por su cara sur que hicimos juntos en 2015, y en la que también nos acompañó Laura, la madre de Toni?. Podéis leer aquella aventura en Magia Serrana.

Ole, ole!! Otra cima más para la familia Magia Serrana/Per Dalt i Per Baix.

Vistas hacia el valle del Río Arcos y un sinfín de montañas ibéricas.

Mirada hacia la zona de los callejones que recorreríamos en unos instantes.

Y como no, hacia el Picón del Buitre.

Y hacia allí, al Picón del Buitre, que nos íbamos. Pero antes teníamos que destrepar con cuidado del Morrón, por su vertiente norte.

Esta rocosa bajada nos depositó en el collado entre el Morrón y el Picón del Buitre, desde el que buscamos de nuevo el sendero principal...

...aunque no tardamos en abandonarlo para encamarnos ladera arriba, en busca de los callejones.

Este curioso pino sirve de referencia para localizar la entrada a los callejones...

...y también para echar un vistazo al horizonte.

El Morrón, en cuya cima nos habíais visto en fotos anteriores.

Esta es la entrada al karst del Picón del Buitre.

Este primer callejón tiene bajada y subida.

Incluso tiene un pequeño ventanuco en la roca.

Este primer callejón termina con un paso estrecho...

...que empalma con una, también estrecha, canal, que nos dará acceso al callejón inferior.

Esta pequeña canal, al permanecer en la umbría, todavía conservaba algo de nieve.

Vistas a la salida de la canal, en unos instantes estaríamos subidos en lo alto de esas calizas.

Llegando al callejón principal de este espectacular conjunto, tapizado de sabina rastrera y neveros.

El lugar invitaba a fisgonear sus recovecos. Nos metimos en otro callejón, que también conservaba nieve.

Este callejón tiene la peculiaridad de que en él existe...

...esta grieta...

...que tiene salida en el primer callejón del karst.

Fotos, esta y la siguiente, del interior de la grieta.


Y por supuesto, también vimos alguna que otra formación.

Lugar de obligada visita, si se sube al Picón del Buitre, este karst. 

Explorado bien a fondo este rincón tan chulo continuamos con la ruta...

...cuya siguiente etapa era trepar hasta lo más alto de las calizas que habíamos visto desde los callejones. Laia, como de costumbre, tomó la delantera.

Laia no iba a ser menos que mis amigos y también tuvo su primer plano.

Unos puntos amarillos sirven de referencia para moverse por esta zona...

...y encontrar la manera más sencilla de ir salvando los diferentes resaltes rocosos.

Enfilados hacia el paso que permite alcanzar la parte alta del Picón del Buitre...

...esta estrecha brecha...

...a la que se accede mediante una corta y sencilla trepada.

La brecha divide dos mogotes rocosos, este en el que nos pudimos asomar hacia el karst y sus callejones...

...y este otro en el que está Maru.

Toni, y al fondo del todo, cerrando el horizonte, lo que son sus dominios, Serranía de Cuenca, Montes Universales etc.

Disfrutando.

Y como os había dicho, ya estábamos en la parte alta del Picón del Buitre, con el observatorio astrofísico que lo corona a la vista. Quedaros con esa franja de pinos que se ve en frente de Toni, pues tiene mucho que ver con la disparatada anécdota de la jornada.



Y es que cuando ya estábamos a mitad camino de la cima, Toni se dio cuenta de que no llevaba las gafas de sol encima, y no recordaba desde cuanto rato. Después de blasfemar Toni unos cuantos cristos y copones, pues no eran unas gafas precisamente baratas, recurrimos a las fotos, en las que vimos que en la trepada final las llevaba puestas, así que no podían estar muy lejos. Toni creyó que se las habría quitado para hacer alguna foto en la zona rocosa tras la trepada y las habría dejado en el suelo, así que nos dijo que le esperáramos y que él se echaría una carrera para ir a buscarlas. Hasta ahí todo bien, pero llegó un punto en que Toni se desvió y empezó a correr en dirección contraria, metiéndose, vaguada abajo, en el pinar que os había indicado en la foto anterior. Casi nos desgañitamos, Maru y yo gritando y Laia ladrando, y nada, el tío seguía vaguada abajo como pollo sin cabeza, así que no tuve más remedio que salir corriendo tras él, mientras no dejaba de gritar, a la par que me descojonaba, su nombre. No fue hasta que el amigo ya había bajado una cincuentena larga de metros de la vaguada cuando se giró y me vio haciendo aspavientos, menos mal, si no se planta en Arcos de las Salinas antes de hora 😂. Ya reunidos, y casi meándonos de la risa, fuimos hasta los roquedos y recuperamos las gafas... Toni, amigo mío, no cambies nunca!!!


Recuperadas las gafas, y el resuello 😅, enfilamos el tramo final a la cima. Debido a que esta zona es una de las mejores del mundo para la observación espacial debido a su baja contaminación lumínica, desde 2013 lleva funcionando el Observatorio Astrofísico de Javalambre.

Y hablando de Javalambre, entre las cimas, con algo de nieve, que se ven tras de Maru, está el Pico de Javalambre, máxima elevación de esta sierra turolense.

La carrera de unos momentos antes nos había dejado derrengados 😅. Picón del Buitre, 1956 metros. 

Damos fe, por el vivac que hicimos en la cima de Javalambre en 2021, que el espectáculo nocturno es fascinante, pero las vistas diurnas del Picón del Buitre tampoco están nada mal.

Mirada hacia el sector central de Javalambre, con las montañas ibéricas extendiéndose en el horizonte.

Sabinas rastreras, neveros y vistas hacia las ibéricas castellonenses...

...con Penyagolosa a la cabeza.

Aquí tenemos a Tony Rominger, enfundado en el maillot del rey de la montaña. Y es que desde que se asfaltó el camino que sube hasta la cumbre, esta ha visto dos finales de etapa de La Vuelta Ciclista a España, carrera en la que no quisiéramos ver equipos que representan a estados genocidas.

Tras pegar un bocado en la cima iniciamos el regreso a Arcos. Inicialmente monte a través, entre las sabinas rastreras. Fijaros en la charca que se ve allá abajo...

...pues un año atrás, en febrero de 2023, la encontramos tan helada que Laia y yo pudimos caminar sobre ella.

Un poco más abajo entramos en un fantástico pinar de umbría, que al estar orientado al norte conservaba bastante nieve.

Allí nos dejamos caer por una vaguada, la misma por la que se había lanzado Toni un rato antes 😅.

Esta vaguada se convierte en un barranco en toda regla...

...que se da de bruces con la carretera que sube al observatorio. Caminaríamos por ella bastantes kilómetros...

...cosa que no nos importó en absoluto, pues el paisaje, como iréis comprobando, era precioso, y muy variado.

Llegando al valle del Río Arcos. Las construcciones que se ven allá abajo son los Corrales del Nacimiento, junto a los que se encuentran los Ojos del Río Arcos.

Teruel existe, a lo que yo añadiría, y gritando bien alto, un ¡¡viva Teruel!!

Ojos del Río Arcos, punto donde manan las primeras aguas de este río, que desde este punto, hasta su confluencia con el Guadalaviar/Turia, cerca de Santa Cruz de Moya, recorre cerca de 30 kilómetros, y tiene tramos tan chulos como este.

Tras ver el nacimiento, continuamos por la carretera y ahora con la compañía del río, rumbo a Arcos de las Salinas. En un punto del camino pudimos ver asomar el Morrón...

...y visualizar la vertiente por la que habíamos subido a su cima.

En la otra vertiente del valle también vimos destacar la corona rocosa de la Peña Larga.

Parada a reponer liquido fresco en esta fuente que encontramos al lado de la carretera.

Cerca de la fuente se encuentra esta escultura ciclista. Parece que desde que La Vuelta pasó por aquí este puerto ha calado hondo en el mundillo cicloturista.

Durante la bajada vimos antiguos molinos y piscifactorías, pero lo que más nos llamó la atención de este tramo fueron las diferentes agujas, torres, picachos y espolones rocosos que fuimos viendo. 


Formaciones rocosas junto a la carretera.

Por cierto, la primera vez que subimos al Picón del Buitre, allá por 2013, esta carretera estaba sin asfaltar.

Mirad que cresta tan chula.

Uno de los puntos álgidos a nivel paisajístico de este tramo es este portillo, por el que pasa el Río Arcos.

Así lo vimos desde el otro lado, en la ruta de 2013...

...en la que también vimos esta espectacular sección desde arriba.


A este conjunto de agujas se la conoce como los Cuchillos.

Aquí está de nuevo, la foto que encabeza este reportaje.

Espectaculares los Cuchillos.

Embelesados ante tal paisaje continuábamos nuestro camino a Arcos. Se aproximaba otra sección chula de agujas y torres...

...que vistas de perfil forman este estrecho espinazo rocoso.

A pesar del corto recorrido desde su nacimiento, el Río Arcos ya nos regala alguna filigrana, como este salto de agua.


A partir del salto de agua abandonamos la carretera y empezamos a caminar por una senda paralela al río, que como veis no es más ancho que una acequia.

A este recorrido se le conoce como la Senda Fluvial Desiderio, en honor a Desiderio Lloret, uno de los últimos molineros de Arcos de las Salinas, y que donó parte de sus bancales para que se pudiese acondicionar este recorrido.

Hubo un monete que se quedó con ganas de más trepadas 😅.

Y con Arcos de las Salinas ya a la vista, esta excelente ruta, que os recomiendo hacer, iba llegando a su fin.


Tras una cervecilla rápida en un bar de Arcos nos fuimos al área recreativa de la Fuente del Gavilán, entre Torrijas y los Cerezos, donde nos dimos un homenaje en forma de opulenta merienda/cena. Un broche perfecto a una grandísima jornada de montaña.




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